El Triángulo Dramático de Karpman

8 May 2021Relaciones sociales

Patricia Riera Martínez

Directora del Centro de Psicología ARBÒS

Imagina esta situación:

Te ha surgido un viaje a la playa para este verano, se lo dices a tu pareja y él/ella se muestra contrariado/a, no le apetece que le dejes solo/a. A ti te apetece mucho, hace tiempo que no haces una escapada con tus amig@s pero tu pareja no opina lo mismo y te reprocha que a la mínima le dejas sol@ por lo que quiere acabar la relación (Perseguidor/a). Ante esta situación, te sientes culpable y egoísta, por lo que dejas las vacaciones a un lado (Salvador). Tu pareja se siente aliviada y tú también. Todo vuelve a fluir, pero, sin embargo, esto vuelve a suceder cada vez que tú quieres hacer algo por tu cuenta y poco a poco te vas sintiendo atrapado y agobiado, e incluso, como forma de evitar ese malestar, empiezas tú a limitar a tu pareja (“si o no me puedo ir, ¿por qué se va a ir él/ella?”).

¿Te suena esta situación? Como ésta, hay muchas otras situaciones en las que sentimos que las relaciones que mantenemos son conflictivas o tensas, que algo nos mantiene alerta en ellas o incluso, que sentimos que sacan lo peor de nosotros mismos. Miramos con envidia a aquellas personas que parecen no tener problemas sociales, que manejan los conflictos con seguridad y tranquilidad, que no parecen que estén en una guerra continua como nos sentimos nosotros. Si te pasa esto, es posible que te encuentres metido en lo que Karpman denominó el Triángulo Dramático.

Según su teoría, las personas en ocasiones nos vemos atrapadas en relaciones tóxicas de las que nos es muy difícil salir y que no siempre identificamos, simplemente sentimos un elevado malestar en ellas.

Estas relaciones tóxicas se producen cuando sin darnos cuenta, nos movemos en varias de las posiciones o roles dramáticos del triángulo. Estos, son roles que tod@s en nuestra vida adoptamos en algún momento, pero de los que luego nos salimos si no nos encontramos atrapados en el Triángulo. El problema surge cuando uno de estos roles se convierte en estable y nuestras relaciones comienzan a basarse en ellos. En estos casos, es cuando las relaciones se vuelven tensas, con una comunicación poco directa, y nos generan enormes cantidades de malestar e incluso sensación de ser unas víctimas de lo que está pasando. Porque una de las características de los tres roles es que en ninguno de ellos, la persona asume sus responsabilidades, sino que las pone en los demás.

Cuando una persona está inmersa en el triángulo dramático, generalmente oscilara de una posición a otra, en función de las circunstancias y de sus objetivos pero lo más habitual es que la persona tenga uno de los roles como el más predominante.

Los roles:

Perseguidor y Salvador tienen una función parental, mientras que desde la Víctima, se actúa desde una posición inferior, una posición filial o infantil.

Esto es lo que hace también que las relaciones que se dan dentro del Triángulo Dramático, sean tan nocivas, ya que no hay una posición de adulto, ni relaciones de igual a igual.

Estos roles, vienen adquiridos desde nuestra infancia, a través de las experiencias vividas, los ejemplos de relación que hemos aprendido de nuestros padres, y de la manera en la que hemos ido conformando nuestra autoestima.

Existen ciertas reglas familiares no escritas que pueden producir una tendencia a relacionarse desde el Triángulo Dramático como:

– No causar molestias.

– Desconfiar.

– Dar preferencia a los demás.

– Es mejor no sentir.

– Es importante ser leal.

Características de cada rol:

 Perseguidor.

Es la posición que resulta más hostil ya que en la relación con ellos, nos da la impresión de estar en una batalla constante y que debemos estar alerta y con cuidado porque nunca sabemos por dónde nos pueden venir los “palos”. El perseguidor siempre está pendiente de los demás, pero para buscar el fallo, tiene una actitud crítica siempre hacia los demás. Busca controlar y cambiar al otro a través de intimidar u hostigar, tener siempre la razón, y no admite fallos ni se mira así mismo.

En ocasiones puede buscar el apoyo de terceras personas para tener la razón y si ve que la va a perder, puede ponerse violento o huir de la situación.

El sentimiento que predomina en ellos es la rabia pero debajo de la misma, lo que hay es vergüenza y miedo a ser abandonados, de ahí que actúen tratando de controlar y de poner el defecto en los demás en vez de en ellos mismos.

El perseguidor va a estar constantemente en guerra, con sus allegados, con los desconocidos, e incluso con el sistema, actuando como ángeles vengadores.

Utilizan la cólera y la crítica.

– El salvador.

La persona salvadora es aquella que se preocupa en exceso por los sentimientos y necesidades de los demás llegando incluso a inmiscuirse más de lo que debería y haciendo de menos al otro por el que se preocupa. Tiende a olvidarse de sí mismo y de sus necesidades, anteponiendo las de los demás, porque le es más cómodo mirar a los otros y ayudarles para así sentirse el o ella mejor. Su finalidad no es que los demás prospere sino sentirse bien él o ella consigo mismo, y para ello, poco a poco va generando sensación de dependencia hacia él o ella, en los demás, ya que la única forma de sentirse querido es a través de sentirse indispensable.

Huyen del conflicto, necesitan que todo esté en calma y son capaces de ocultar problemas graves con tal de conseguirlo (por ejemplo: el uso de drogas de algún otro de la familia).

Pueden convertirse en adictos al trabajo o dedicarse a buenas causas en las que sirven al prójimo.

Buscan aprobación. Tienden a sentir culpa y recurren al sacrificio.

– La víctima.

Es la postura infantil del Triángulo. Las personas que adoptan este rol, se sienten desvalidas y necesitadas de ayuda de los demás. No confían en sus capacidades y son dependientes de los otros para casi cualquier cosa y para ello, buscan personas que les cuiden y si no las tienen, pueden manipular para conseguir esos cuidados. La consecuencia en las relaciones sociales es que terminan por cargar a la gente de su entorno (ya que hagan lo que hagan para la Víctima, nunca será suficiente), que puede empezar a evitarles o a ocultarles cosas para que no se preocupen. También el entorno, tratando de ayudarles pueden sentirse muy frustrados ya que nunca consiguen que se encuentren bien, o ven que nunca terminan por llevar a cabo los planes de mejora; su frase típica es el “sí, pero….”.

Se suelen sentir, dolidos, traicionados, utilizados y necesitados de apoyos e internamente sienten una gran angustia que en ocasiones les puede llevar a quererse evadir de la realidad a través de adicciones (con o sin sustancias).

Es importante tener en cuenta que las situaciones de enfermedad pueden reforzar los roles de víctima, ya que son situaciones en las que la víctima tiene la excusa perfecta para ser cuidada y si el cuidador no mantiene bien el equilibrio, puede convertirse en Salvador metiéndose en el juego del Triángulo Dramático.

Buscan seguridad. Sienten temor y vergüenza.

Enganches de cada rol:

– Perseguidor con Salvador:

La tendencia a trasigir del Salvador para así evitar los conflictos, refuerza el comportamiento del Perseguidor que se encuentra muy cómodo en ese tipo de relación en la que nadie le discute, y poco a poco irá necesitando comportamientos desaprobatorios más sutiles, para conseguir lo que desea del Salvador. Por su parte, este último se verá atrapado en una relación en la que él no es visto como persona y en la que su única gratificación será creer que está haciendo feliz y cuidando del Perseguidor.

– Salvador con Víctima:

Las necesidades constantes de la Víctima enganchan perfectamente con las del Salvador, que está deseoso de poder ayudar e incluso de hacer las cosas por el otro. Una persona que juegue un rol de Víctima y se enganche con un Salvador, irá cada vez perpetuando más su papel y dejando de hacer cada vez más cosas (las hará el Salvador por el o ella) por lo que cada vez se irá sintiendo más inútil y el Salvador corroborará ese sentimiento.

– Perseguidor con Víctima:

El Perseguidor encontrará en la Víctima la persona perfecta para descargar sus frustraciones y ésta, a través del Perseguidor, encontrará la confirmación de sus pensamientos. La Víctima se sentirá incapaz de hacer frente a la crítica del perseguidor y tenderá a cumplir sus demandas reforzándose así su actitud.

¿Cómo salir del Triángulo Dramático?

Para evadirte del Triángulo Dramático no se necesita a los demás; con que tú inicies el cambio y resistas a que a lo mejor los que te rodean no están de acuerdo con ese cambio ya que están acomodados a esa relación tóxica, es suficiente.

1) Identifica que estás inmerso en él.

Emociones como la culpa, la rabia, la vergüenza desmesuradas en situaciones de estrés, pueden darte pistas de en qué posición tiendes a situarte habitualmente. Si ante un conflicto o problema, tu tendencia es luchar o defenderte, puede que tiendas a ser Perseguidor; si tiendes a quedarte paralizado (congelado) o a sentirte indefenso, tu tendencia probablemente sea de Víctima; si lo que tiendes a hacer es a luchar por los tuyos con fiereza o a claudicar y optar por dar la razón sin sentido, lo más probable es que estés en la posición de Víctima.

 

2) Responsabilízate de ti mismo y de tu bienestar.

Ninguna de las tres posiciones lo hace, las tres ponen en el otro las necesidades que sentimos o lo que pensamos sobre nosotros mismos.

3) Sigue estrategias concretas de cada rol:

Bibliografía:

Edwards, G., (2020) “El Triángulo Dramático de Karpman. Como transcender los roles de perseguidor, salvador o víctima. Establece relaciones personales saludables”. Madrid. España. Ed. Gaia.

Mortera, S.; Nunge, O., (2000), “Análisis Transaccional”. Madrid. España. Ed. Gaia.