La enfermedad mental en la familia puede ser un tema difícil de abordar.

Generalmente, se suele poner el foco de atención en aquel miembro de la familia que padece la enfermedad, obviando al resto del sistema familiar. Pero la realidad es que la enfermedad mental puede tener un impacto significativo en la vida de la familia y en la de cada uno de sus miembros. Así, puede verse afectada la vida cotidiana, su economía, sus dinámicas, rutinas y relaciones entre los miembros, pero también puede tener consecuencias sobre la red social produciendo aislamiento, o con la familia extensa (abuelos, tíos, primos, etc.) dando lugar a conflictos, secretismo o distanciamiento.

Hay diferentes factores que pueden hacer que las consecuencias para la familia sean distintas en cada caso, como el tipo de trastorno que se padezca, y lo incapacitante que sea (cuánto afecte a la capacidad de la persona para llevar a cabo las actividades cotidianas), la edad de la persona que lo padezca, la red social y familiar con la que se cuente, entre otros.

Nosotros queremos centrarnos en una variable que nos parece muy importante: el miembro que padezca la enfermedad o trastorno psicológico. Existen importantes diferencias en el impacto que tendrá la enfermedad según a quien afecte directamente, ya que las consecuencias de sus efectos limitantes serán distintas.

Por ejemplo, si afecta a uno de los padres, las rutinas, estructura y organización familiar, así como el área económica, casi seguro que se verán comprometidas. Así mismo, es muy posible que el padre o madre afectado no se pueda mostrar disponible para el hijo siempre que éste lo necesite, tanto en los cuidados físicos como emocionales, lo que tendrá diferentes consecuencias dependiendo de la edad en la que éste se encuentre. Además, existe el riesgo de que se dé una parentalización del hijo frente al padre o madre, es decir, que el hijo pase a ser cuidador en vez de ser cuidado. Y esto, tendrá un impacto en su salud mental en su vida adulta así como puede conllevar problemas a la hora de respetar la autoridad durante su adolescencia.

Si el miembro afectado es un hermano, el impacto variará, pero no por ello tiene que ser menor. En estos casos, es habitual que la mayor parte de la atención se dirija hacia el hijo o hija que padezca el trastorno por lo que el resto de hijos, pueden sentirse más solos o menos atendidos, y desarrollar conductas de autosuficiencia, apegos evitativos o problemas de autorregulación emocional, sobre todo si la presencia de la enfermedad en la familia se da desde que es pequeño. En estos casos, además hay que prestar especial cuidado al aprendizaje de conductas enfermas o problemáticas. Es decir, si el hijo que no padece el trastorno aprende que una manera de atraer la atención y cuidado de los adultos es enfermar, es posible que acabe haciéndolo o presentando problemas de conducta que obliguen a los padres a redirigir su atención sobre él o ella.

En cuanto a la relación entre hermanos, los hermanos pueden actuar como una red de seguridad y proporcionar apoyo emocional y práctico a su hermano o hermana, sin embargo, también pueden sentirse abrumados por la responsabilidad, o impactados por la sintomatología que presencien o las situaciones conflictivas que se den en la familia a consecuencia del trastorno y del estrés familiar. Es común que se den sentimientos de tristeza, estrés postraumático, soledad, ansiedad, y dificultades escolares o bajo rendimiento académico.

Si además el hijo o hija que no tiene el trastorno se encuentra en la adolescencia, el impacto será mayor, ya que se añadirá una carga adicional a los cambios significativos en sus propias vidas, como la transición a la edad adulta, la exploración de su propia identidad y la presión social características de dicha edad.

¿Qué puede ayudar a una familia con enfermedad mental entre sus miembros?

 

  1. Saber que no están solas. Hay muchas organizaciones y grupos de apoyo que pueden ayudar a las familias a lidiar con la enfermedad mental. Estos grupos pueden proporcionar información, recursos y apoyo emocional a las familias evitando caer en el aislamiento social.
  2. Educarse sobre la enfermedad mental y cómo afecta a las personas. Esto les ayudará a comprender mejor la enfermedad mental y cómo pueden ayudar a los familiares que la padecen.
  3. Apoyo emocional y práctico para todos. Las sesiones de terapia familiar, de padres o de hermanos, suelen ofrecer buenos espacios de intercambio de pensamientos y emociones, además, en ellos se pueden aprender herramientas y estrategias para gestionar mejor la situación familiar. Cada vez más son los recursos que incluyen a la familia, dentro del proceso de terapia de un paciente con trastorno mental.
  4. No responsabilizar a los hermanos o a los hijos, del cuidado de su familiar enfermo. Los menores no están preparados ni emocional ni fisiológicamente para asumir la responsabilidad que significa cuidar de un familiar un trastorno psicológico. Además, será importante que los padres proporcionen a los otros hijos, espacios individuales propios, que no ocupen sus hermanos (como pueden ser los que favorecen las actividades fuera de casa), y donde puedan relacionarse con otros iguales, de manera que se evite el aislamiento social.
  5. Generar espacios de comunicación dentro de la rutina familiar. La comunicación abierta y honesta puede ayudar a reducir el estrés de la situación.
  6. Autocuidado y cuidado mutuo. Una buena alimentación, horas de sueño suficientes, tiempo personal, realización de ejercicio serán unos excelentes aliados en la gestión eficaz de las diferentes situaciones complicadas que la familia puede vivir en su día a día.